Las competencias se han convertido en centro neurálgico a la hora de seleccionar personal , realizar evaluaciones de desempeño o para recibir compensaciones laborales a partir de los objetivos alcanzados según el puesto. Teniendo en cuenta que las competencias varían según la empresa, el puesto de trabajo y el tiempo en el que suceden los cambios, a medida que la persona supera eficazmente sus funciones asignadas, va permitiendo el crecimiento de competencias a nivel profesional y de reputación.
Pero ¿qué conocemos por competencias?
Las competencias son las capacidades de las personas para poner en acción los diferentes conocimientos, habilidades, pensamientos y valores de manera total en los distintos ámbitos personales y profesionales.
Las personas han desarrollado estas capacidades para poder desenvolverse y para comprender, transformar y practicar en su entorno, por lo tanto podemos destacar que las competencias son en conclusión un conjunto de comportamientos y por tanto algo evaluable y observable. El coaching es una herramienta muy poderosa para modificar esos comportamientos y así mejorar nuestras competencias.
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Los 5 componentes de las competencias son:
- Conocimiento
- Habilidades y destreza
- Actitud e intereses
- Motivación
- Medios y recursos
Si revisamos la lista nos podemos dar cuenta que todos estos componentes pueden mantener una conexión entre ellos, puesto que sin conocimientos técnicos no podemos desarrollar las habilidades necesarias o con una actitud positiva y correcta podemos acelerar el procesos de adquisición de conocimientos y habilidades, pero yo personalmente creo que el motor para conseguir el desarrollo que deseamos en nuestras competencias radica en la motivación ya que esta íntimamente relacionado con la actitud, movilizando a la persona para alcanzar sus objetivos de una manera interna y externa.
El coaching no solo interviene en los cambios de conducta y competencia a medio plazo sino que a largo plazo afecta en las creencias y valores más profundos de la persona.
Cuando hablamos de un proceso de coaching estamos hablando de un cambio de un nivel interior a exterior, primero cambiando los valores, luego las herramientas de trabajo y por último las competencias.
Debemos revisar nuestro comportamiento como parte visible y valorarle de todo lo que hay detrás. No solo podemos decir que es nuestra manera de actuar sino que refleja todo aquellos que somos y que hemos aprendido, pero sobre todo es el reflejo de nuestras motivaciones, sentimientos y emociones.
Si nuestra forma de actuar difiere de nuestras emociones, esto se traduce en desconfianza. Nuestro comportamiento no solo afecta a nosotros mismos sino que influirá en en nuestra manera de relacionarnos con los demás, alterando las conclusiones y aceptando que nuestro cambio conlleva el cambio de otros, tanto a nivel profesional como personal.
Por lo tanto la función del coach es potenciar cada uno de estos componentes para que la persona potencie sus competencias y adquiera un liderazgo visible en su entorno, llegando a cumplir todos sus objetivos y potenciando sus cualidades, aumentando su capacidad para establecer una mayor reconocimiento en su ámbito laboral o personal.
Nuestro comportamiento es la punta de iceberg, luego encontramos escondidos, nuestras actitudes o emociones y en lo mas profundo nuestros pensamientos y valores.
Leticia Codina
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